Descripción
Honduras
es un país que se encuentra ubicado en el corazón de Centro América, formado
por 18 departamentos y con una extensión territorial de 112,492Km2. Un
país con una diversidad natural, unas playas exuberantes, montañas especiales para
realizar senderismo, canopy.
Existen
muchas actividades para realizar,
recreativas, religiosas, y con fines educativos.
Mapa
En esta
oportunidad hablaremos sobre las prisiones de Honduras, especialmente la que se
encontraba en Tegucigalpa, la capital. ¿Sabes dónde se ubica? Te dejo el enlace
para que en tu próximo viaje incluyas a Honduras en tu destino a visitar.
Historia
En materia de
seguridad cuenta con siete penitenciarias y 18 Centros Penales, ubicado en todo
el país, excepto Islas de la Bahía. La mayoría
de los centros carcelarios se concentraron en los departamentos de Atlántida,
Yoro, Francisco Morazán, y La Paz.
Atados a un cepo
y cumpliendo trabajos forzados, así era la vida de un reo en el sistema
penitenciario a principios de 1900 en Honduras.
El sistema
penitenciario hondureño comenzó allá por el año 1870 cuando se construyó la
primera cárcel como tal en Yoro, al norte de Honduras. Era una edificación de
abobe, madera y teja con una capacidad de apenas para 150 reclusos.
Pero fue entre
1883-1888 cuando, por órdenes de Marco Aurelio Soto, se edificó la primera
Penitenciaría Central (PC), que por más de un siglo funciono en el barrio La
Hoya, de Tegucigalpa.
PC, Barrio la Hoya, Tegucigalpa
Con una inversión
de L.30,500.00 se creó el murallón perimetral de barro, mientras que las
bartolinas eran de adobe, suelo empedrado, techos de madera rustica y teja.
Apenas albergaba
a 184 reclusos, entre ellos varias mujeres. Con la crecida de Río Chiquito que
estaba cerca de la cárcel y que con las fuertes lluvia inundaba el huerto que habían
creado, sacaban algunas legumbres que servían para su alimentación.
Más adelante, en
tiempos de la dictadura de Tiburcio Carias Andino (1933-1949), la PC fue
ampliada hacia el sector de La Plazuela, cubriendo un amplio terreno en el histórico
barrio La Hoya, además se le construyó un segundo piso y varios torreones de
vigilancia.
Para entonces se
estableció una serie de pesadas tareas que obligatoriamente los reclusos debían
cumplir. Ellos fueron responsables de abrir paso a algunas de las carreteras
del país; con picos y palas rajaban peñascos e iban abriendo la senda para los
constructores.
El historiador
Mario Argueta señala que muchas de las viejas calles empedradas de Tegucigalpa
que hoy conocemos fueron realizadas con mano de obra de reclusos.
La pesada labor
era realizada mientras estaban atados de sus pies con cadenas que los unían a
otros compañeros y a bolas de hierro de aproximadamente 60 libras de peso, por
lo que la sola idea de intentar escapar era absurda.
El periodista
Wiliam Krehm, ex corresponsal de la revista Time, en su libro “Democracia y Tiranías
en el Caribe”, describe la situación de los prisioneros en ese tiempo: “En sus
celdas de piso bajo, practican lecciones de música, y hacen saber al visitante
que el progresivo régimen del doctor y general Carías se asegura la colaboración
para redimir a sus ciudadanos descarriados. Pero hay otras prisiones que no se
enseñan a los turistas. Y en las PC cientos de prisioneros políticos se pudren
en húmedos calabozos. Algunos arrastraban cadenas a las cuales van sujetas
bolas de hierro de sesenta libras; otros se ven obligados a permanecer con el
rostro hundido en las tierras humedecida del pavimento, con un peso en la
espalda, durante interminables semanas. Había una silla eléctrica cuyo voltaje
era insuficiente para matar, pero lo bastante fuerte para despertar la lengua,
y celdas donde no se puede estar ni de pie ni echado.
Muchos de los
reclusos perdieron a razón y otros murieron. Los azotes se administraban con un
látigo denominado “Verga de Toro”, hecho con el órgano genital de una res,
distendido y seco, con un alambre atravesado en su canal.
Las cárceles subterráneas
se mantuvieron casi en secreto, pero mediante unas excavaciones en la década de
1950 se encontraron restos humanos y hasta argollas a las que los presos eran
asegurados, hallazgos plasmado en el libro “Mártires de la Tiranía”.
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